Hay temas que son muy difíciles, por no decir imposibles de abordar de
manera objetiva; La afinidad política o ideológica, la familia, la amistad, la
cercanía, el interés personal son algunas de las muchas cosas que pueden servir
como distractores y parcializar nuestra opinión o la forma de ver o sentir lo
que está pasando a nuestro alrededor.
Sin embargo es importante hacer un gran esfuerzo y abstraernos de lo
que nos rodea, para ver como dicen los gringos: “the big picture” o “el cuadro
completo”, es decir mirar el universo de las cosas y no solamente los
distractores de nuestra subjetividad, intentar descubrir el tempano de hielo o
iceberg que está debajo del agua y no solo su punta.
La majestuosidad de la justicia no radica en los jueces, fiscales,
investigadores, técnicos, asesores y demás, la majestuosidad de la justicia se
encuentra en las instituciones creadas por la constitución como veedoras y
guardianas de la ley, protectoras de derechos y exigentes de deberes, aquellas
que no deben cesar en la búsqueda constante de la certeza por encima de la
verdad formal o aquella descubierta en el juicio.
La responsabilidad asumida por los jueces es inmensa, su deber de
analizar las pruebas y los hechos para descubrir la verdad es supremamente
compleja, tanto que deben despojarse de cualquier idea preconcebida y como
maquinas recibir la información, analizarla y decidir de manera justa, haciendo
coincidir la verdad real y la verdad formal.
Pero, como humanos que son cometen errores, pueden valorar mal las
pruebas que poseen, ignorar pruebas importantes o estimar y validar otras que
no lo son, pueden contaminar sus fallos con prejuicios, odios o intereses
diferentes a los de impartir justicia etc.
Independientemente de que presidente me guste más o de que partido
político sea, intentando ver el universo de los hechos, algo muy grave está
pasando para que un militar retirado sea condenado con un falso testimonio, o
para que ex funcionarios del Estado afirmen que no tienen garantías y resuelvan
irse del país antes de ser juzgados políticamente y no jurídicamente, o para
que luego de 1800 casos descubran que un “Médico Legista” no lo era y que sus
1800 conceptos son falsos, o que líderes opositores griten en escenarios
extranjeros que son perseguidos y así miles de casos más de personas de
diferentes procedencias, pensamientos y actividades, unos por acción y otros,
que deberían ser juzgados y no lo son, por omisión.
Cada día son más las personas que ponen en duda la objetividad, eficiencia
y eficacia de la justicia colombiana, el problema parece ser de fondo y las soluciones
lejanas o imposibles.
Discernir no es sinónimo de irrespeto o desacato, acatar la justicia y
respetar las instituciones es un deber ciudadano, manifestar inconformidad,
desacuerdo o malestar es un deber moral.
Santiago Valencia G.
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