sábado, 3 de diciembre de 2011

De los misterios del tiempo y del amor


Un monstruo gigante devora sin piedad a sus hijos, no importa cuánto corran o dónde se escondan, todos sin excepción serán victimas de su insaciable apetito y todo, porque sabe que si los deja crecer lo derrocarán del Olimpo. Parece la descripción de años y años de historia en los que el hombre se ha aferrado a la idea efímera y pasajera del poder y del estatus.
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Para los griegos ese es Cronos, padre de todos los hombres y quien nos devora lentamente, así conservaría siempre la inmortalidad y el puesto al que se aferró con tantas fuerzas y que no está dispuesto a perder, solo los dioses podrían derrocarlo y de esta manera ganarse la inmortalidad. Vencer el tiempo, vencer a Cronos es ganar la vida por siempre.
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Al parecer, según los griegos, los dioses no calcularon bien, cuando Zeus vence a Cronos y gana la inmortalidad, pierde el sabor de la vida, ya ningún momento era digno de atesorar, ningún momento era especial, todo era parte de hechos que se repetían una y otra vez, el tedio era absoluto.
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El único pasatiempo de los dioses en el Olimpo era jugar con los hombres, manejar el destino, como en un gran teatro, todo a su voluntad, a veces despiadada, a veces benevolente. Decían algunos que los dioses nos envidiaban, pues a pesar de ser ellos los amos de nuestros días la vida para nosotros aún tenía algún sentido, aun el tiempo corriendo en contra nuestra nos brindaba la posibilidad de saborear cada momento, conscientes de que tal vez era el último.
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Una de las razones más importantes para vivir cada momento con gran intensidad y gratitud es la búsqueda constante del amor. Los dioses jamás podrían arrebatarnos la capacidad de amar, y mucho menos el gozo físico y espiritual de sentirlo.
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Amor; palabra, hecho, mito o historia del que muchos hablan con propiedad pero que al final pocos conocen. 
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Para Platón existía un mundo intangible, un mundo en donde se encontraban todas las ideas, todo el “deber ser”, la búsqueda constante de la perfección. Muchos han ubicado allí al amor y tal vez es el único lugar en el que está, en las ideas, ese es el amor platónico, una idea sin resolver que siempre está en construcción, la utopía en estado puro.
Parece entonces que los dioses siguen jugando con nosotros, como un niño que juega con un hormiguero en su jardín, parece que encontraron el arma más poderosa, el amor, o mejor, la necesidad humana y terrenal del cariño, de la compañía y el pánico absoluto y némesis del ser social, la soledad.
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No hay más opción; como el alquimista, buscar lo que jamás se ha visto, en la total oscuridad y con las manos extendidas dispuestos a recibir lo anhelado y desconocido, el amor.
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Santiago Valencia G.

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