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Los primeros días el calor era
insoportable, el estudio donde viví casi un año era acogedor, pero minúsculo,
lo único que me brindaba algún tipo de aire fresco era un pequeño ventilador
que mi casera había dejado allí para el intenso calor.
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La zona era inmejorable, el
parque del oeste brindaba grandes zonas verdes, el paseo del pintor rosales
siempre lleno de terrazas dispuestas a brindar una fría y alentadora caña y a
pocos metros la sede principal del PSOE, lugar casi lúgubre que espantaba la
mirada solo con sentir la cercanía y lugar de constantes manifestaciones de
inconformidad contra el Gobierno.
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Comúnmente se escuchaba en las
calles madrileñas, y en general de toda España, la conocida expresión “Zapatero
a tu zapato”, refiriéndose al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez
Zapatero.
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Desde mi llegada me encontré con
un Zapatero mentiroso y débil. Por aquellos días pasaban un especial en
televisión sobre las intervenciones del presidente refiriéndose a la crisis, la
cual en un principio negó aduciendo que España se encontraba preparada. Cuando
la evidencia de los hechos superó sus palabras, intentaba calmar a los
ciudadanos diciéndoles que en pocos meses superarían la crisis y así durante
los últimos años.
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Su negación lo llevó a no tomar
las medidas necesarias para contrarrestar la crisis y a mantener un sistema
asistencialista insostenible, aun peor, negoció con las Comunidades Autónomas
otorgándoles funciones del Estado central con grandes costos en transferencias
que aumentaban cada vez más el déficit fiscal y todo, con el fin de mantener
sus mayorías en el parlamento.
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El castigo electoral era
necesario, el mensaje “Zapatero a tu zapato”
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El hoy presidente electo Mariano
Rajoy no la tiene nada fácil, recibe un país al borde del rescate, con unos
índices de desempleo que en la mayoría de los países latinoamericanos ya habría
provocado un golpe de Estado.
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Aunque el nuevo presidente del
Gobierno Español es conocido por su falta de carisma y acusado incluso de mal
político, goza de fama como buen estadista, al menos con seguridad devolverá la
confianza internacional que había perdido España con un presidente a todas
luces demagogo y débil.
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Mucho tenemos que aprender en
Colombia sobre lo que está sucediéndole a la madre patria: los gobiernos deben
ser sociales más no asistencialistas, el Estado de bienestar debe conocer sus
límites y sus costos deben ser compartidos entre el Estado y los usuarios, la
descentralización y desconcentración del poder son buenos, pero no deben llegar
al extremo del chantaje político y de la irrealidad económica.
. Santiago Valencia G.
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